viernes, 20 de junio de 2008

Kate Moss. London Calling


God save the Queen!

Kate. Siempre Kate. La Moss, o como prefiráis llamarla, pero ella, siempre ella. Mirada felina y sonrisa traviesa que marcan el ritmo de la moda con la precisión de un metrónomo, al son de la música que ella quiere tocar. Una mujer decidida enfundada en pantalones de pitillo, chaleco, sombrero o lo que quiera que se quiera poner, con paso firme que suena al London Calling de los Class, a las telecaster de Franz Ferdinand y, como no, al Belle et la Bete de los Babyshambles.

Kate es un icono, una musa para tantos y tantos, y me es realmente difícil el explicar por qué, a pesar de estar absolutamente convencido de ello y de encontrarme bajo el embrujo de la Moss. Es tan complicado como clasificarla dentro de un arquetipo de modelo. Ella no pertenece a las grandes divas, las míticas tops que deslumbraron en los 90 formando un grupo selecto de elegidas con mucho glamour y poca naturalidad, no es tan clasicamente bella, ni tan alta ni tan exuberante, no lo necesita. No es la modelo androgina de hoy en día, no es la extremista y excesiva Agyness Dean, ni mucho menos una de las miles de modelos impersonales y vacías que pueblan las pasarelas, es como el misterios cuadro de pequeño tamaño que no puedes dejar de mirar, ignorando las inmensas y perfectas obras de arte que le rodean. No intentes etiquetarla, no podrás, por que ella ordena y manda, por que ella no va a la moda, ella ES la moda, con mayúsculas. Ella es el viento, el resto, simples veletas.




Kate by night

Su atractivo va más allá de sus bellos ojos. Tal vez sea esa exultante rebeldía que irradia en cada aparición, ese caos que parece tocar a todo lo que le rodea, pero sin llegar a mancharle demasiado, o tal vez sea esa aplastante personalidad que parece decir a gritos ¡soy la Moss, miradme!, y que consigue que la suya sea una carrera de acción y reacción, si la golpean, ella se levanta con la misma fuerza, si no con más. Es todo ese conjunto de detalles que la hace tan diferente, esa extraña cualidad que consigue que más allá de tropiezos y escándalos todos la adoren y la mimen, como al genio que se le pasa por encima su toque de extravagancia por que sólo él puede hacer lo que hace.

Kate es "la modelo", el mayor y mejor exponente de lo que ello significa y abarca, por que ella no trabaja de modelo, ella lo es, de los pies a la cabeza y desde que se levanta hasta que se acuesta. Cuando hace una anuncio, cuando hace un posado o cuando sale a la calle ella es el escaparate. Un escaparate no solo de ropa, si no de actitud, de forma de ser y de vivir, ni buena ni mala, pero suya. Es un anuncio permanente, una marca se podría decir, cuya influencia dentro del gremio solo se puede comparar a lo que significa coca cola en el suyo. ¿Es todo producto de su innato encanto y su gusto visionario o, como en cualquier empresa que se precie, existen manos consejeras que le dicen que hacer, decir y ponerse en cada ocasión? Yo personalmente no puedo pensar que una personalidad tan fuerte sea controlada de esa manera, claro que le dicen que se tiene que poner para un photoshoot de una marca, pero el día a día es otro cantar. A decir verdad, me da igual, por que cualquiera puede hacer algo así y sólo es ella la que triunfa, y eso quiere decir algo. El "aura" no se crea en un despacho de marketing, se tiene o no se tiene.




Kate Moss para "Agent Provocateur"

Sólo es ella la que, portada tras portada, tiene el mágico poder de convertir cualquier cosa en un objeto de deseo para las masas consumistas, deseosas de parecerse un poco más a la rebelde e incombustible Moss. Y parece que siempre será así, pasaran modas y tendencias, vendrán y se irán las incontables "nueva Claudia" y "nueva Naomi", las "it girl" del momento y las voluptuosas tops, pero, hasta que ella decida, será la Moss la que ocupe las portadas y diga cuando empieza y acaba "el momento de....". La inglesa más famosa que la mismísima reina, el coqueto mini classic de las modelos, una mujer a la que, te guste o no, no le podrás negar jamás, en un mundo tan competitivo y voraz, el innegable merito de destacar. Yo simplemente diré: God save the Queen!

miércoles, 4 de junio de 2008

Citas célebres (III) - Las musas se quedan huerfanas.


"Coco Channel dio libertad a las mujeres, Yves Saint Laureant les dio poder"


Pierre Bergé, socio y amante del recientemente fallecido diseñador.

martes, 3 de junio de 2008

3:10 to Yuma. Pólvora y honor.


Los géneros no mueren, ni decaen, sólo esperan. Es el talento de los creadores el que los eleva o los derrumba, y son las corrientes artísticas, o las modas, las que sitúan a uno u otro en las salas de cine. El western no ha muerto, sólo ha esperado a que llegarán buenas películas para traerlo al frente, como fue El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford (peliculón) y como es el film que nos ocupa, "remake" del dirigido por Delmer Daves en 1957 e interpretado por el abofeteador Glenn Ford y Van Helfin, y que servidor no ha visto, por lo que obviaré las comparaciones. El western necesitaba alejarse de la violencia sin sentido para que nos pudieramos sentar a escuchar una buena historia de vaqueros, con el añorado olor de la mezcla de pólvora y arena.

Dan Evans, veterano de guerra que vive modestamente en un rancho en medio de la nada, ve como unos tipos que trabajan para un hombre al que le debe dinero prenden fuego al granero en el que guardaba todo el pasto del que disponía para alimentar a su hambriento ganado, que también ha sido robado. Dan decide ir a recuperar su reses y exigir una compensación, pero en el camino presencia el asalto de la banda del temido Ben Wade a una diligencia que transportaba dinero. Tras un breve encuentro con el propio Wade, se dirige a la ciudad para resolver sus asuntos y allí, donde más tarde Wade es detenido, se enrola para cobrar una cuantiosa recompensa en la comitiva encargada de llevar a Wade hasta el tren de las 3:10 a Yuma, donde será ahorcado. Ahora el grupo no solo deberá vigilar al peligroso Wade, pues su banda de indeseables hará lo que sea por librarle de la soga.



A partir de este instante es cuando la película crece en interés, ya que podemos conocer mejor el carácter de sus protagonistas, así como sus motivaciones y sus lados oscuros. Evans, esta desesperado por poder mantener a su familia y ello le lleva actuar con más determinación que ninguno de sus compañeros, con la fuerza que su hijo mayor le animaba a usar, Wade, por su parte, se presenta como el gran villano, capaz de dar sensación de peligro y superioridad aun estando completamente rodeado, ademas de ser capaz de camelar a quien quiera con su carisma. Esta claro que Bale y Crowe son el pilar de la película, ellos hacen interesantes los dialogos y los silencios, hacen que nos creamos las dudas en la mirada de Evans, haciéndonos dudar a nosotros mismo sobre si es sólo por dinero o el honor tiene mucho que decir, y la implacable seguridad en si mismo de Wade, capaz de helar la sangre de cualquiera con sólo mirarle. De entre el resto del reparto destacaría a Ben Foster, que hace muy creíble su papel de infatigable y leal seguidor de Wade, y a Peter Fonda, que aunque no salga demasiado su presencia siempre es reseñable. No diría lo mismo del personaje del hijo de Evans, no por la actuación del chico, si no por que el personaje del pequeño héroe que a ratos se identifica con el malo empieza a ser un poco repetitivo.


La película avanza a gran ritmo hacia el tramo final, ayudada por le tensión provocada por la persecución de los secuaces de Wade y por las bien resueltas escenas de acción. Una vez en el poblado en el que se espera el tren, asistimos a lo mejor de la película y a, tal vez, la mayor falta de la misma. Por un lado, las balas silbando en el viejo oeste nos devuelven a los mejores momentos del genero, y por otro, las, por momentos, extrañas decisiones del personaje de Crowe pueden llegar a descolocar ligeramente al espectador, y que, pese a el enigma de dichas acciones y la verdadera motivación de Evans se resuelven al finalizar la película, la resolución no tiene la fuerza que uno esperaba.

Aún así, esas pequeñas pegas no estropean el buen rato que hace pasar, pues aunque no estemos ante una obra maestra, es un film de calidad. Grandes actuaciones que bien valen una entrada de cine, una buena banda sonora ( aunque no al nivel de la de Jesse James), salones, bancos, diligencias y balas, muchas balas, para disfrutar del buen cine, y por que no, volver al viejo oeste.


PD: Entrada número 50, parece que fue ayer cuando abrimos la puerta.....¡Ahora a por las 100!